Películas para Dormir Sin Culpas


Trato de entender mi atracción (y escondida fascinación) por las películas estúpidas, superfluas, frívolas. ¡Por Dios, estudié cine! Me apasiona. Lo enseño. ¿Acaso soy un timador? ¿Acaso en vez de parecer un cineasta y docente comprometido con el arte, me rebelo como un espectador promedio y de mal gusto?

¿Debería estar avergonzado? ¿Debería estar abocado a ver sin descanso una filmografía más bien seria, erudita, subliminalmente trascendente? Cine europeo, independiente, asiático, denso, culto, aquel de los grandes maestros. Suelo buscar ese tipo de películas, pero el problema es animarme a verlas. Siento temor. ¿Y si me aburro? O lo que es peor, y si me duermo. Eso sería una traición al séptimo arte.

Tengo una teoría. Ver una película necesita de una concentración especial. Saber digerirla. Intentar leer lo que nos quiere decir el director. Captar sus sutilezas. Entender las metáforas. Estar dispuesto a captar los mil y un vericuetos del lenguaje cinematográfico. Pero ¿hay tiempo para eso? Mis días de crítico de cine ya fueron. Lo disfruté y además me pagaban por hacerlo. Hoy ando en otra.

Estoy en un momento importante. Trabajo en proyectos que me entusiasman. Y no sólo son cinematográficos. Es un periodo de efervescencia y desarrollo de ideas. A estas alturas de mi vida, quiero embarcarme en proyectos originales y ganar dinero con ellos. ¡Sí, el Perú es un país creativo! Sólo nos falta aprender a valorar esa creatividad. Dirán que me vendí al sistema. Sí pues. ¿Alguien está fuera de él?

Entonces, y volviendo al tema: ¿tengo tiempo para ver películas que enriquezcan mi alma y mi conocimiento cinematográfico? Repito, mis días de crítico de cine ya fueron. Lo disfruté y recibía un sueldo por dar mi opinión.

Hoy salgo temprano de mi casa. Dicto clases, reviso mis guiones y voy a reuniones. Casi no paro. Me gusta mi chamba. Y cuanto más ocupado estoy, pues mejor. Cuando tengo días muertos, me aburro. Me gusta mi independencia. Estar en mi auto, comer en él porque no me alcanzó el tiempo para sentarme en algún restaurant, cafetería o panadería. Mientras manejo, las ideas continúan. ¿Y si hago esto? ¿Y si esto le interesa a esta empresa? ¿Esto otro podría ser interesante? ¡Qué viva la creatividad! Las llamadas no paran. ¡Ya estoy llegando! ¡Terminó mi reunión y te llamó! ¡Alo, tengo una idea!

Con suerte llego a mi casa temprano. A veces a las 9, 10, 11 de la noche. A veces a las 4, 5, 6 de la tarde cuando tengo que corregir un guión o trabajos de alumnos. La noche cae. Momento de relajarse, de disipar la mente. ¿Qué hacer? Pues obvio, ver una película. Soy cineasta, debo enriquecer mi alma y llenarme de conocimiento. ¿Qué ver? Pues para ser sincero, el intenso drama iraní, plagado de filosofía y pensamientos radicales, no es mi primera opción. Quiero relajarme. Quedarme dormido sin sentimientos de culpa. Y qué mejor que una comedia pícara o estúpida, una película de acción, llena de explosiones, puñetes y patadas, o una delirante película de terror y suspenso, con sangre a granel y sustos inesperados y efectistas. Diversión y relax en pos de una necesaria y bienvenida catarsis.


¡OK!¡Lo confieso! Acabo de ver “Superhéroes, la película”. Pude escoger otra, pero no, quería relajarme. Y no me arrepiento. Necesitaba una cinta intrascendente. Una película que pueda ver durante media hora, luego dormirme, despertarme, retomar desde donde me quedé, reírme con chistes tontos, no reírme con excesos escatológicos. Lo necesitaba. Dejar de ser el cinéfilo comprometido con el arte y convertirme en un espectador primario, con la idea básica de divertirme. Para otro día será el intenso drama iraní, plagado de filosofía y pensamientos radicales. Claro, si el ánimo y el intenso trabajo lo permiten.

Foto 1: Prohibido Dormir: El cine de entretenimiento causa sobresaltos y risas que finalmente nos relajan. No todo el cine tiene porqué ser culturoso.

Foto 2: Dulces Sueños: Más de uno sucumbido al cansancio en medio de la proyección de una película.

Foto 3: Placer culpable: Superhéroes, La Película, cinta intrascendente que sólo busca divertir. Lo logra sólo en parte, pero en medio de la voragine del trabajo diario se agradece el intento y el que nos arranque una que otra sonrisa cómplice.


"Para mi, el cine son cuatrocientas butacas que llenar". (Alfred Hitchcock)

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