Final de la función de prensa de Talk Show: El productor Eduardo “Guayo” Cayo le pregunta a un rechoncho crítico de cine: “¿Y qué te pareció?”, él responde con la aspereza habitual de un crítico: “Sí, es comercial”. Guayo lo sorprende con ironía: “Pero si yo he estado parado a tu lado y te has reído en toda la película”. El crítico sonríe tímidamente. ¡Lo han descubierto! “¿Te has reído o no?”, insiste Guayo, burlándose de su inquebrantable condición crítica. “Sí, está divertida” responde mientras se toma la barba nervioso.
Semanas más tarde, el mismo crítico catalogaría a Talk Show como la peor película del 2007, afirmando que es una comedia que a él no le provocó nada de risa. ¿Alguien entiende? El crítico miente. Me consta, conozco su risa, reconozco su voz. Siempre habla en el cine al punto de que muchas veces lo han terminado callando. Otros prefieren sentarse lejos de él. Pero su voz y risa retumban en la sala. Son inconfundibles. Decenas de veces, cuando era cobijado por la crítica, compartí funciones de prensa con él. No hay forma de no reconocer su voz, comentarios y hasta tics sonoros. Ese día de la función de prensa lo reconocí claramente. Y me dije, inocentemente, se ríe de buena gana, la película le gusta. Me sorprendo con eso, pues mis predicciones decían que los críticos iban a destruir Talk Show. Ahora me doy cuenta que no me equivoqué. Que la pose es más fuerte que la sensación o emoción provocada por una película.
Aunque suene contradictorio, la mayoría de los críticos detestan emocionarse. Si se ríen es señal de intrascendencia, si lloran es sensiblería, si se asustan es efectismo, si se emocionan se cayó en la complacencia. La pose es no dejarse doblegar por los sentidos, no dejarse atrapar por la magia del cine. Contradictorio ¿no? Colocarse una coraza. No reír, no llorar, no asustarse y menos emocionarse. La pose del crítico lo impide. Ahi me doy cuenta de la sabiduría y total apertura del público común. Gracias a Dios los cineastas dependemos de sus siempre sabios juicios. El espectador común es quien decide.
Enero del 2007, rodaje de Talk Show: mi relación con los actores siempre ha sido muy buena. Me divierto con ellos, los escucho y trato de entender su método de trabajo, algo que va de la mano con su procedencia académica. Confieso que en ocasiones el academicismo de algunos me puede desesperar un poco. Pero sólo un poco. Miguel Torres – Böhl proviene del teatro y es de los que hace muchas preguntas. Se preocupa por su trabajo y siempre está pidiendo opiniones. Ahora está contento. Sus colegas lo han felicitado. En muchos aspectos se roba la película.
Una de las preguntas recurrentes de Miguel era sobre la crítica. “Tú que has sido crítico, ¿qué crees que digan de la película?”, me preguntaba y yo siempre le respondía lo mismo: “¡La van a destrozar!”. Incrédulo, Miguel no entendía: “Pero tú debes ser amigos de muchos de ellos, a otros los debes conocer bien. No creo que te critiquen como dices”. Yo le insistía y le comentaba que el conocerlos no era un beneficio sino todo lo contrario. Sabía que con mayor razón me iban a ignorar o simplemente destrozar. Era su oportunidad de decir “yo no me caso con nadie”, aunque muchos de ellos tengan un matrimonio asolapado con algún veterano director desde hace años. Eso me lo confirmó Guayo, viejo zorro en el negocio cinematográfico, que conoce bien de que pie cojean algunos.
Desde que hacíamos la película sabíamos que íbamos a contracorriente con la crítica. Se trataba de una comedia que apelaba al formato televisivo como recurso cinematográfico. Algo contradictorio, pero válido según nuestra propuesta. Si salió bien o mal no lo sé, pero esa era la propuesta y nos pareció arriesgado experimentar. Nosotros estamos contentos y satisfechos. No engañamos a nadie. El título Talk Show hacía clara referencia a la propuesta. Sabía que mezclar lo televisivo con lo cinematográfico sería una herejía. Sabía que hacer una comedia hilarante jugando con estereotipos sería visto como una locura. Sabía que crear plots cotidianos, mínimos y ampliamente reconocibles para el público sería considerado como intrascendente y vacío. Sabía que la crítica no nos apoyaría y que para muchos el dar el salto al cine con una comedia de las características mencionadas sería por lo demás deshonroso.
Hace unos días un buen amigo nos visitó y nos comentaba su sorpresa ante las feroces críticas. Le traté de explicar conciliadoramente que ese era el trabajo del crítico: criticar. Pero él insistía en la falta de perspectiva, algo que ya he comentado. Me explicaba que no entendía como una película que divierte al público normal y que cumple su objetivo podía encolerizar tanto a los críticos. Me comentaba el abismo que existía entre la crítica y el público y que le sorprendía leer reseñas escritas con el hígado. Le comentaba lo mismo que a Miguel, que desde antes de filmar ya intuía lo que iba a suceder.
Lo más divertido fue saber a través de él, la opinión de uno de sus mejores amigos: Un director peruano a quien respeto mucho. Me comentaba que luego de verla, el cineasta le había comentado que la película le había encantado, que le parecía súper divertida. Entonces le hizo la misma pregunta que me hizo alguna vez Miguel: “¿Y qué crees que dirá la crítica?”, él respondió: “La van a destrozar”, le dijo. Las razones dadas coincidieron con mis puntos de vista.
Aunque suene contradictorio, la mayoría de los críticos detestan emocionarse. Si se ríen es señal de intrascendencia, si lloran es sensiblería, si se asustan es efectismo, si se emocionan se cayó en la complacencia. La pose es no dejarse doblegar por los sentidos, no dejarse atrapar por la magia del cine. Contradictorio ¿no? Colocarse una coraza. No reír, no llorar, no asustarse y menos emocionarse. La pose del crítico lo impide. Ahi me doy cuenta de la sabiduría y total apertura del público común. Gracias a Dios los cineastas dependemos de sus siempre sabios juicios. El espectador común es quien decide.
Enero del 2007, rodaje de Talk Show: mi relación con los actores siempre ha sido muy buena. Me divierto con ellos, los escucho y trato de entender su método de trabajo, algo que va de la mano con su procedencia académica. Confieso que en ocasiones el academicismo de algunos me puede desesperar un poco. Pero sólo un poco. Miguel Torres – Böhl proviene del teatro y es de los que hace muchas preguntas. Se preocupa por su trabajo y siempre está pidiendo opiniones. Ahora está contento. Sus colegas lo han felicitado. En muchos aspectos se roba la película.
Una de las preguntas recurrentes de Miguel era sobre la crítica. “Tú que has sido crítico, ¿qué crees que digan de la película?”, me preguntaba y yo siempre le respondía lo mismo: “¡La van a destrozar!”. Incrédulo, Miguel no entendía: “Pero tú debes ser amigos de muchos de ellos, a otros los debes conocer bien. No creo que te critiquen como dices”. Yo le insistía y le comentaba que el conocerlos no era un beneficio sino todo lo contrario. Sabía que con mayor razón me iban a ignorar o simplemente destrozar. Era su oportunidad de decir “yo no me caso con nadie”, aunque muchos de ellos tengan un matrimonio asolapado con algún veterano director desde hace años. Eso me lo confirmó Guayo, viejo zorro en el negocio cinematográfico, que conoce bien de que pie cojean algunos.
Desde que hacíamos la película sabíamos que íbamos a contracorriente con la crítica. Se trataba de una comedia que apelaba al formato televisivo como recurso cinematográfico. Algo contradictorio, pero válido según nuestra propuesta. Si salió bien o mal no lo sé, pero esa era la propuesta y nos pareció arriesgado experimentar. Nosotros estamos contentos y satisfechos. No engañamos a nadie. El título Talk Show hacía clara referencia a la propuesta. Sabía que mezclar lo televisivo con lo cinematográfico sería una herejía. Sabía que hacer una comedia hilarante jugando con estereotipos sería visto como una locura. Sabía que crear plots cotidianos, mínimos y ampliamente reconocibles para el público sería considerado como intrascendente y vacío. Sabía que la crítica no nos apoyaría y que para muchos el dar el salto al cine con una comedia de las características mencionadas sería por lo demás deshonroso.
Hace unos días un buen amigo nos visitó y nos comentaba su sorpresa ante las feroces críticas. Le traté de explicar conciliadoramente que ese era el trabajo del crítico: criticar. Pero él insistía en la falta de perspectiva, algo que ya he comentado. Me explicaba que no entendía como una película que divierte al público normal y que cumple su objetivo podía encolerizar tanto a los críticos. Me comentaba el abismo que existía entre la crítica y el público y que le sorprendía leer reseñas escritas con el hígado. Le comentaba lo mismo que a Miguel, que desde antes de filmar ya intuía lo que iba a suceder.
Lo más divertido fue saber a través de él, la opinión de uno de sus mejores amigos: Un director peruano a quien respeto mucho. Me comentaba que luego de verla, el cineasta le había comentado que la película le había encantado, que le parecía súper divertida. Entonces le hizo la misma pregunta que me hizo alguna vez Miguel: “¿Y qué crees que dirá la crítica?”, él respondió: “La van a destrozar”, le dijo. Las razones dadas coincidieron con mis puntos de vista.
Los críticos peruanos se reúnen en un feudo, con su señor feudal incluido. No conozco a todos los críticos. Y a los que conozco, los conozco tanto que a estas alturas prefiero no reconocerlos. Aunque parezca un trabalenguas, me parece sensato decirlo. No por estar molesto ni por algunos malos tratos, que ha habido bastantes, sino porque al hacer mi primera película he reafirmado algo que ya intuía: hacer cine en el Perú, sin la bendición de algunos dioses, puede condenarte a los infiernos del séptimo arte, donde la crítica, casi toda unánime y enfilada cual ejército vengador, te destroza e ignora con alevosía.
Semanas antes de estrenar la película: Ninguna vaca sagrada del mundillo de la crítica nos menciona. Salimos en todas las páginas de espectáculos, programas de televisión y demás, pero para ellos no somos nadie. La película no existe. Me pregunto, ¿pero si aún no la han visto? Mucho antes, mientras filmábamos, algunos medios se interesaron. Pensé que un programa de televisión mal hecho, pero que se jacta de especializarse en cine podría interesarse, sobre todo si ahí desfilan todo tipo de directores de todo el Perú. Nada. Pensé: “deben estar ocupados, mejor los llamo”. Traté de comunicarme con su productora a través del teléfono y el e-mail. Les dejé mensaje, pero nada.
Cinco semanas antes del estreno: un crítico “importante” mencionaría en su columna dominical que la última película peruana en estrenarse era Mariposa Negra. Nosotros estrenábamos en cinco semanas y el bombardeo de prensa que realizamos había alcanzado al suplemento donde este señor escribía. Nada. No nos mencionan.
No es que tenga que gustarle a todos, seguramente hay muchos amigos críticos (uno o dos en realidad) a los cuales la película no les ha gustado nada. Respeto su opinión y agradezco su apoyo cuando lo necesité, con varios artículos e incluso con un entrevista en la que me dieron la oportunidad de dar mi punto de vista. Sin embargo, a excepción de ellos, el cargamontón y algunas críticas hechas con el hígado y sin sustento son sufientes para darme cuenta de por donde va el asunto. Me dirán paranoico, pero quienes me conocen saben que por el contrario soy lo suficientemente relajado para divertirme con las críticas. La mayoría de críticos siguen la misma rutina desde hace varios años. En el año 1994, cuando ingresaba a un periódico como prácticante, ellos ya hacían crítica. Doce años después trabajo en el medio cinematográfico y me preparó para dirigir mi segundo largometraje. Confieso que recién empiezo a aprender y comprender. Ellos siguen donde los dejé. Entonces ¿debería sentirme afectado o deprimido?
Eso sí, cabe destacar que felizmente en medio de esta experiencia he descubierto una incipiente, naciente y refrescante nueva generación de críticos, con nuevas visiones e inquietudes. Ninguno ha ensalzado Talk Show (incluso la han criticado duramente), pero lo hacen seriamente y sin antipatías gratuitas. Se han interesado desde el comienzo y han hecho críticas interesantes e independientes. La crítica tiene nueva sangre, celebremos eso y esperemos que no sean corrompidos por los antiguos señores feudales y las vacas sagradas de la crítica peruana. Vacas sagradas que jamás le han dado una gota de leche al cine peruano. Ojala lo hagan algún día. Son mis sinceros deseos para este 2007.
Semanas antes de estrenar la película: Ninguna vaca sagrada del mundillo de la crítica nos menciona. Salimos en todas las páginas de espectáculos, programas de televisión y demás, pero para ellos no somos nadie. La película no existe. Me pregunto, ¿pero si aún no la han visto? Mucho antes, mientras filmábamos, algunos medios se interesaron. Pensé que un programa de televisión mal hecho, pero que se jacta de especializarse en cine podría interesarse, sobre todo si ahí desfilan todo tipo de directores de todo el Perú. Nada. Pensé: “deben estar ocupados, mejor los llamo”. Traté de comunicarme con su productora a través del teléfono y el e-mail. Les dejé mensaje, pero nada.
Cinco semanas antes del estreno: un crítico “importante” mencionaría en su columna dominical que la última película peruana en estrenarse era Mariposa Negra. Nosotros estrenábamos en cinco semanas y el bombardeo de prensa que realizamos había alcanzado al suplemento donde este señor escribía. Nada. No nos mencionan.
No es que tenga que gustarle a todos, seguramente hay muchos amigos críticos (uno o dos en realidad) a los cuales la película no les ha gustado nada. Respeto su opinión y agradezco su apoyo cuando lo necesité, con varios artículos e incluso con un entrevista en la que me dieron la oportunidad de dar mi punto de vista. Sin embargo, a excepción de ellos, el cargamontón y algunas críticas hechas con el hígado y sin sustento son sufientes para darme cuenta de por donde va el asunto. Me dirán paranoico, pero quienes me conocen saben que por el contrario soy lo suficientemente relajado para divertirme con las críticas. La mayoría de críticos siguen la misma rutina desde hace varios años. En el año 1994, cuando ingresaba a un periódico como prácticante, ellos ya hacían crítica. Doce años después trabajo en el medio cinematográfico y me preparó para dirigir mi segundo largometraje. Confieso que recién empiezo a aprender y comprender. Ellos siguen donde los dejé. Entonces ¿debería sentirme afectado o deprimido?
Eso sí, cabe destacar que felizmente en medio de esta experiencia he descubierto una incipiente, naciente y refrescante nueva generación de críticos, con nuevas visiones e inquietudes. Ninguno ha ensalzado Talk Show (incluso la han criticado duramente), pero lo hacen seriamente y sin antipatías gratuitas. Se han interesado desde el comienzo y han hecho críticas interesantes e independientes. La crítica tiene nueva sangre, celebremos eso y esperemos que no sean corrompidos por los antiguos señores feudales y las vacas sagradas de la crítica peruana. Vacas sagradas que jamás le han dado una gota de leche al cine peruano. Ojala lo hagan algún día. Son mis sinceros deseos para este 2007.
Foto 1: Matar o reír: Muchos críticos relacionan la risa con un acto de plena intrascendencia. Por eso tratan de disimular o negar la risa.
Foto 2: Sufre peruano, sufre: Sentimientos encontrados. La consigna es no emocionarse.
Foto 3: ¿Y que dirán los críticos?: pregunta recurrente de Miguel Torres - Böhl (con su inconfundible pulover rosado). A su lado, Juan Carlos Rodríguez, asistente de dirección e improvisado actor, quien como muchos espera hacer del cine su profesión.
Foto 4: ¿Vacas sagradas?: Inmutable y con rostro adusto, tal y como deben salir de un cine.
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